Una Lepantina para la historia

Una Lepantina para la historia

Fueron diez las orejas repartidas. Y un rabo; el que le cortó Ginés Marín al sexto, que compendiaba las virtudes de un encierro de Lagunajanda de un fondo de bravura extraordinario. Todos tuvieron algo que buscar, algo que aprovechar, algo que llevarse al coleto, aprovechando que vestían a la usanza del siglo XVI. Y todos tuvieron delante a tres toreros en momento dulce, con la mente despejada y la ambición despierta. En carroza de caballos llegaron a la plaza y en hombros se fueron de ella.

El primero de Lagunajanda apenas tuvo entrega durante la lidia, y ya con el capote le pegó frenazos y gañafones a Javier Cortés, firme y con las muñecas sueltas. Brilló el madrileño hasta donde le dejaron las asperezas del animal, bruto en sus ademanes y del embroque para adelante. Pero siempre lo hizo todo por abajo, y eso fue lo que aprovechó Cortés para dejarle tandas brillantes de mano diestra. Una estocada contraria le valió la primera oreja.

El segundo de Lagunajanda fue otro cantar. Humillador, entregado y obediente, no le costó en absoluto caminar tras el capote templado de Lorenzo, siempre con el riñón metido para interpretar. También con la muleta, con la que tiró siempre de suavidad en los toques y también en el trazo, lo que agradeció mucho un toro con entrega que duró por el mimo recibido. Conectó, además, la elegancia de Álvaro con el tendido hasta las luquesinas de cierre, justo antes de pegarle una estocada fulminante y pasear las dos orejas.

Desde que se abrió de capote estuvo rotundo Gines Marín con el tercero, un toro de preciosa hechura que suplió con su clase y su bravura la falta de condición física, de la que no estaba boyante. Un quite por chicuelinas de ralentizado dibujo, un inicio de rodillas de largo viaje, mirando al tendido en varios muletazos, y un final entre pitones con sinceridad en las formas fueron de tremenda brillantez en un sobrado Marín, que mató de una estocada redonda. Dos orejas y vuelta al ruedo al toro.

El cuarto tardó en sacar el ritmo y no fu fácil pegarle lances de salida, pero lo entendió muy bien desde el principio Cortés, y toda la lidia fue encaminada al toreo a placer que llegó después, con el torero entregado y el animal, obediente y rendido a la muleta del madrileño, terminó sacando toda la clase que pudo para conjuntar una obra de dos orejas. Aunque el fallo con el descabello lo dejase en una.

También al quinto lo desorejó Álvaro Lorenzo, pero no fue la faena de templar y sentirse como en el segundo. Más temperamental el toro, había que hacerle las cosas muy bien para que no tomase resabios, y consentirlo mucho para que se confiase. tal vez también dejarle que se parase cuando quería y tragarle el siguiente. estuvo solvente y decidido Lorenzo, y lo mató de una estocada de premio. Dos orejas.

La traca final la tenía preparada Ginés para el sexto, al que le fue ganando el paso hasta los medios en medio de una ovación. No quiso hacerle quite, pero se quitó el gusanillo con una media de categoría para ponerlo al caballo. Con la muleta anduvo el extremeño con la máxima solvencia, pero también con el ajuste y el compromiso del que está en un momento soberbio. Larguísimos fueron los muletazos, a más en la exigencia y en la forma de interpretar. Mató de una estocada en la yema y apareció el pañuelo que le concedía el rabo.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Villarejo de Salvanés, Madrid. Corrida de toros lepantina. Lleno.

Toros de Lagunajanda, bruto pero humillador 3l exigente primero, entregado y humillador el buen segundo, enclasado y bravo el tercero, de vuelta al ruedo, con fondo y clase el enritmado cuarto, temperamental y exigente el quinto, de gran nobleza y entrega el sexto, ovacionado.

Javier Cortés, oreja y oreja.

Álvaro Lorenzo, dos orejas y dos orejas.

Ginés Marín, dos orejas y dos orejas y rabo.

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